Columna publicada en Revista Mujeres Shaíque de mes de marzo
Hay relaciones que son de toda la vida, otras para toda la vida; hay relaciones que comienzan para tener un final, y hay amores que nunca lo tendrán. De la misma forma que con orgullo porta una mexicana rebozo, flores y mezcal, aquí en Andalucía pasa lo mismo con el traje de flamenca y los vinos de Jerez: una relación de toda la vida, para toda la vida y sin final.

La afamada diseñadora Sonia Reixach en la última pasarela de SIMOF luciendo un vestido de la diseñadora Verónica de la Vega.
Caminar por el Real de la Feria vestida de flamenca y con catavino lleno de vino Fino en la mano es tradición añeja, cuando a finales del siglo XIX las vendedoras de ganado –generalmente de la etnia gitana- acudían a las ferias con flores en el pelo y vestidas con coloridos atuendos adornados con volantes. Tal era el impacto visual de estas vestiduras que las mujeres de familias adineradas las copiaron como forma de liberación de sus cotidianos atuendos para acudir a estas celebraciones.
Muchos años después, en la Feria de Abril de 1929 en Sevilla, el vestido de flamenca se consagra como traje típico para acudir al evento, una tradición que año tras año se cumple religiosamente y ha evolucionado hasta convertirse de traje oficial de la región en una tendencia de la moda actual. Nuestros trajes son los únicos que tienen una pasarela anual exclusivamente de “moda flamenca”, en el que se presentan nuevos diseños, perspectivas e interpretaciones de esta tradición hoy aclamadas nacional e internacionalmente. Como silencioso testigo y natural complemento de la evolución de una de las más arraigadas tradiciones andaluzas: los catavinos llenos con Manzanilla de Sanlúcar o vino Fino, como columna vertebral de la tradición feriante y forma de ser andaluza. Por eso más de un siglo después es de orgullo llevar lo que nació en la tierra, se criara en ella, y evolucionara en la vida de la mujer andaluza: los trajes de flamenca y los vinos de Jerez.
Recomendación del mes
Para las ferias de 2018, me vestiré de un traje de la diseñadora andaluza Verónica de la Vega y en mi mano un vino Fino, muy fino, tan fino que presente en vista un elegante dorado pajizo con ribetes esmeralda, con aromas a flores de manzanilla, manzanas verdes y panificación propias de su crianza biológica, y con final en boca con las mismas notas para combatir el calor y el efecto húmedo del suelo de albero. Ese vino será un Fino Valeroso de las bodegas Grant situadas en El Puerto de Santa María, conocidas como la Bodega de las Siete Esquinas. Fundada en 1841 por Edmundo Grant Fanconell, desde entonces siempre en el seno familiar enarbolan el sistema de crianza tradicional, y evolucionan con el mismo respeto como lo hacen los trajes de flamenca, con pasión, dedicación, amor por la tierra, sentido de pertenencia y alegría. Amor entre vestido y vino que no conocerá final
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